Esta diosa es la hermana gemela de Apolo, y por lo tanto hija de Leto y Zeus.
Ella fue la primogénita, por lo que inmediatamente ayudó a Apolo a venir al mundo. Más tarde, aún recién nacidos, Apolo y Artemisa que tenían grandes habilidades de cazadores, mataron al Gigante Ticio, pues trataba de violar a su madre.
Artemisa se mantuvo eternamente joven y virgen, y nunca conoció la dependencia al hombre, por lo que siempre fue un emblema entre las doncellas jóvenes.
Su único placer era la caza, y debido a esto, andaba siempre armada con un arco, con el que cazaba y perseguía a sus víctimas que iban desde veloces ciervos hasta humanos caídos en desgracia. Uno de sus castigos era el de enviar la muerte a las mujeres que iban a dar a luz, pero también era considerada la diosa de la fertilidad, pues ayudó a dar a luz a su madre.
Las muertes repentinas e indoloras fueron también de su cosecha. Fue muy propicia a la cólera y en extremo vengativa.
Se identifica con la luna, mientras que su hermano era la personificación del sol.
También era la protectora de las amazonas, quienes eran cazadoras, guerreras y estaban libres del yugo masculino al igual que la diosa.
La más famosa de sus historias cuenta que en una ocasión estaba bañándose desnuda en un lago en el bosque cuando el príncipe Acteón que estaba de caza con sus perros la vio a lo lejos. Artemisa no había notado su presencia, por lo que el cazador se detuvo y en silencio la contempló fascinado por su belleza arrebatadora.
Estaba tan aturdido que accidentalmente pisó una rama y la diosa lo descubrió. Ésta se avergonzó tanto por haber sido espiada desnuda que transformó a Acteón en un ciervo y envío a sus propios perros a darle caza, cosa que hicieron sin saber que se trataba de su propio dueño.
Era un murmullo en el bosque, era la brisa
leve caricia en vuelo que no acaba;
eran besos las flechas en la aljaba
suspendida del hombro de Artemisa.
Virginal cazadora que improvisa
senderos, sobrepuja cada traba,
se cierra al hombre a pasador y aldaba,
y donde nadie ha caminado, pisa.
Quien desnuda la vio, sufrió la suerte
del ciervo, el oso, el jabalí: la muerte
al impacto de su arma arrojadiza.
Quien amarla intentó, logró el rechazo.
Ésta no era la diosa del abrazo,
sino del pulso que se independiza.
