Afrodita es la diosa griega del amor, la belleza, la procreación y el placer.
Es considerada la mujer más bella de todas, aunque también la más vengativa y vanidosa.
Su nacimiento no fue muy común, ya que nació de la espuma del mar que se creó cuando Crono cortó y tiró al océano los genitales de Urano, su padre.
Zeus temía que, por su inmensa belleza, los dioses del Olimpo comenzasen una rivalidad que acabase en guerra por poseerla, por lo que la casó con Hefesto (dios del fuego y de la forja), quien no era visto como una amenaza pues era un dios feo y deforme. El dios la colmó de joyas hechas por él y más regalos deseados por cualquiera, pero Afrodita, no contenta con ese casamiento, se buscó amantes.
Uno de ellos fue Ares (dios de la guerra), el cual poseía una naturaleza violenta que la diosa amaba. Llegaron a enamorarse, y yacían juntos cada noche mientras Hefesto trabajaba, hasta que un día, Apolo (el dios sol, y dios de la música) los descubrió, y como odiaba las infidelidades se lo contó al marido de la diosa, que dejó caer su forja y sintió que las fuerzas le faltaban. Tras agradecer su sinceridad a Apolo, ideó un plan, y se puso a confeccionar una red con hilos de oro casi invisibles, pero que ningún humano ni dios podía romper.
Esperó a la noche, y habiendo colocado la red el la cama de su esposa se ausentó. Ares llegó y cuando se metieron en la cama cayeron el la trampa, donde pasaron días atrapados, soportando las burlas de los dioses que invitaba Hefesto para que vieran la infidelidad de Afrodita y se rieran de ambos desnudos.
Cuando fueron liberados, Ares se fue a librar una guerra, mientras que Afrodita se retiró a una isla, en donde dio a luz al hijo fruto de ese amor, Cupido (dios del amor).
Lamia fue, tras la muerte de su padre Belo (hijo de Poseidón y Libia), la reina de Libia. Era una joven muy hermosa, por lo que Zeus no tardó en sentirse atraído por su gran belleza. Tuvieron un largo romance, que incluyó el nacimiento de sus hijos, pero cuando Hera se enteró de la infidelidad de su esposo, en un ataque de celos convirtió a Lamia en una mujer con cola de serpiente, que desprendía un repulsivo olor. Mató a sus hijos y la condenó a no poder cerrar nunca los ojos para que viviera siempre con la imagen de sus hijos muertos.
Lamia enloqueció, y empezó a matar a niños pequeños y beberse su sangre para vengar a sus hijos muertos, por lo que se la conoce como la vampira de la antigua Grecia.
Zeus, al ver sufrir tanto a Lamia, le dio el don de poder sacarse los ojos para poder descansar, y volver a ponérselos cuando quisiese.
En la mitología griega, las dríades son las ninfas de los robles, que surgieron de un árbol llamado "Árbol de las Hespérides".
No son inmortales pero pueden vivir durante mucho tiempo, todos los años que viva el árbol al que están unidas, aunque si se separan de él a más de 300 metros, empiezan a morir lentamente.
Poseen forma femenina, son muy solitarias y de una belleza sobrehumana.
Las dríadas suelen cantar, aunque generalmente se confunden sus cantos con el ruido que provoca el viento al agitar las hojas de los árboles.
Tienen habilidades únicas como podar los árboles a su voluntad o desplazarse sin hacer sonido alguno.
Son exclusivamente femeninas, por lo que usan a los humanos o a los elfos varones como parejas.
Poseen rasgos muy delicados, ojos violeta o verde oscuro, y su cabello y piel cambian de color según la estación.
Una dríada es capaz de penetrar en un árbol cualquiera y transportarse al roble del que ella forma parte.
Son capaces de hablar varias lenguas y su gran inteligencia les permite comunicarse con casi todos los seres del bosque.
Una dríada tiene todo el control sobre el árbol al que está ligada, por lo que es capaz de provocar que las ramas florezcan aunque no sea la temporada, que aparezcan nuevas plantas al rededor del árbol, e incluso provocar un crecimiento de hierba repentino que haga tropezar a los intrusos.
Ésta es una de sus maneras de defensa aunque no son nada agresivas, pero si su árbol o ellas son atacadas, éstas se defenderán con conjuros para hechizar a los que las dañan.