miércoles, 19 de octubre de 2016

Apolo y Dafne/Daphne

Apolo era uno de los hijos de Zeus y Leto (hija de los titanes Ceo y Febe), y era considerado el dios de la música, de la poesía, de la luz y de las artes adivinatorias. A lo largo de su existencia había tenido numerosos romances tanto con mortales como con ninfas y diosas.
Un día comenzó a burlarse de Eros, más conocido como Cupido, por ser un niño alado con pañales que vuela lanzando flechas. Éste se sintió humillado por el arrogante dios, y decidió darle una lección.
Un día, Apolo se encontraba cazando en el bosque, cuando vio a lo lejos una bellísima ninfa, que se llamaba Dafne. Eros, que estaba espiando al dios, decidió aprovechar el momento y disparó dos flechas. La que disparó a Apolo era de oro, lo que producía un apasionado amor. Sin embargo, a  Dafne le disparó con una flecha de plomo, cuyo efecto era todo lo contrario, y comenzó a sentir odio y repulsión hacia el dios que se había enamorado de ella.
Apolo empezó a perseguir a la ninfa allá a donde iba para conseguir su amor, pero ella, bajo los efectos de la flecha de plomo, huía como podía de él.
Un día, al llegar al río Peneo (dios y padre de Dafne), estaba ya agotada de tanta huida, y al ver que el dios estaba a punto de alcanzarla, pidió ayuda a su padre. Éste, que sentía un gran deseo de ser abuelo, le suplicó a su hija que se casase con Apolo, pero Dafne sólo quería seguir el ejemplo de Artemisa (hermana de Apolo y diosa de la caza y la castidad/pureza), y mantener su virginidad para siempre. Peneo, teniendo compasión de su hija, decidió hacer lo único que podía salvarla, y la convirtió en un árbol, el laurel.
Cuando Apolo al fin logró alcanzarla, vio como los miembros de su amada iban quedándose rígidos, sus brazos se convertían en ramas, sus pies echaban raíces y sus cabellos se convertían en hojas hasta que su cabeza se convirtió en la copa de un hermoso árbol.
Afectado por lo que acababa de suceder y pensando en cuánto la amaba, prometió que ella sería su árbol, el que le representara siempre. De esa manera, sus hojas adornarían su cabeza y la de aquellos guerreros, atletas, poetas o cantores que triunfaran, convirtiéndose en símbolo de triunfo y victoria.
Fue tanto su amor por ella que acabó entregándole su inmortalidad al olivo, y permaneció a su sombra hasta morir ya anciano.

Escultura barroca de Bernini (1622-1625) de la escena en que Apolo alcanza a Dafne mientras ella se convierte en olivo.

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